La primera vez que escuché que había glaciares en Santiago no lo creí, desde pequeño miraba la cordillera nevada pero jamás pensé que gran parte de ella, fueran colosales masas de hielo, vestigios vivos de una lejana época prehistórica.

La inquietud fue reforzada al observar que, en meses estivales, un cerro, “El Plomo”, permanecía con un eterno blanco durante toda la temporada. Fue entonces que un amigo montañista de antaño me recomendó entrenar y realizar la travesía a su glaciar argumentando que uno de sus sectores conocido como “La Hoya” era un impresionante circo de hielo que dominaba el paisaje de todo aquel que se arriesgaba a ingresar a los designios de la alta cordillera.

Con esta motivación subí por primera vez en abril de 2013. El acceso a este cerro formalmente es a través de la ruta que se inicia en el sector de Tres Puntas en el centro de Ski “Valle Nevado”, desde ahí una huella marcada y altamente transitada avanza por una las laderas del Valle del Río Molina. Después de un día de marcha se accede al campamento “Federación”, parada obligada para todo aquel que quiera ascender a la cumbre. Se puede acampar ahí y subir al día siguiente por un pedregoso acarreo que lleva directamente a la “Hoya”, lugar donde parte el relato de estos glaciares.

El paisaje es singularmente espectacular; paredes verticales de hielo que caen en cascada sobre una enorme superficie seca formando un extraño circo de arena y blanco. El grosor del glaciar colgante y la verticalidad del Glaciar Iver son simplemente conmovedoras. En ese primer acercamiento tome la siguiente foto:

Fotografía 1

En esta primera visita, no existía una laguna y como se puede ver, existe solo un pequeño derretimiento de morrena. Mirado en detalle hay la presencia de hielo negro bajo ella, tal como puede apreciarse en la foto (foto 2), además la morrena se extendía por toda la hoya, sin dejar ver grandes cursos de agua (foto 3).

Fotografía 2

Fotografía 3

Motivado por esta primera ascensión regrese al mismo lugar los siguientes cuatro años. Con cada ascensión me fui convenciendo de cómo ese circo monumental, antes infranqueable, estaba ahora cercano a su declive.

 En la travesía del año 2014 (foto 4) lo que más me impactó fue el adelgazamiento de los dos principales glaciares; el Glaciar Iver perdió de un año a otro el color azul profundo y la  capa vertical perdió un importante volumen. Los mismos síntomas se repiten para el caso del glaciar colgante.

Fotografía 4

En el año 2015 el principal retroceso está en los penitentes, la lengua central prácticamente se aplanó dando paso un nevero de hielo bastante débil, algo que seguramente desaparecería en la siguiente temporada.

Regresé a finales del año 2016 (foto 5), el panorama era totalmente distinto, un efecto conjunto de adelgazamiento y consolidación de una laguna, más el surgimiento de un estero donde antes había una lengua de hielo. Esta era una señal de la irreversibilidad y la formación de un paisaje muy diferente al que recordaba hace tres años. Para empezar; las morrenas y el hielo que encontré en 2013 (foto 2) dieron paso a tierra, algo que sin duda era predecible. La aparición de manchas de tierra sobre el Glaciar Iver, un color derivado del adelgazamiento y derrumbes en la parte alta del macizo.

Fotografía 5

Transcurrió una temporada más y volví a visitar el sector, esta vez desde tres puntas en el invierno de 2017 (Recordar que el cerro El plomo es un clásico de montaña cuyo acceso se habilita una vez terminada la temporada de ski). Desde ese sector observé a distancia el glaciar y a finales del mismo año pude volver a realizar el viaje, siendo este, mi último registro.

Ya eran cuatro años y esta vez el paisaje que encontré era radicalmente distinto, entiéndase que esta percepción es para alguien que ha estado en el mismo lugar muchas veces. Creo que los glaciares son un verdadero símbolo de la grandeza en decadencia, paradójico, en un momento donde el deporte al aire libre y el montañismo están de moda.

En este último ascenso me pregunté qué debería incentivar a proteger el avance de estos cambios, ya que, el deterioro en cuatro años no se detiene; las lagunas crecen, la profundidad del hielo decae y las superficies de morrena aumentan.

¿Qué está pasado con los glaciares que rodean Santiago?

Lo anterior puede resumirse en la foto tomada en diciembre de 2017, (foto 6), donde la laguna, como se muestra en la foto, ya es considerable, la morrena no está, los penitentes tampoco, la lengua colgante se ve débil en relación a la foto de 2013 (foto 1), el centro y el imponente Iver parecen desangrarse en tierra.

Fotografía 6

Creo que lo más sano es que cada lector saque sus conclusiones, uno podría especular mucho respecto a datos duros acerca del retroceso, lo cierto es que hay cambios innegables y mi aporte como montañista es dejar este registro fotográfico de mi primera y última vez allá.

Quizás en mi próxima travesía, si es que la hay, el paisaje siga cambiando, pero también está la posibilidad de que otros montañistas puedan ir dejando este registro, sumando de esta manera, a la historia de este clásico, un capítulo más de documentación. Solo puedo pensar que como decía el escritor Mario Benedetti: “lo peor de todo era dejar correr el tiempo sin haber llegado a un acuerdo sobre el futuro” es una frase que hace mucho sentido.

El circo glaciar de el Glaciar El plomo tiene un futuro del que no hay acuerdo; tenemos la opción de tomar medidas que cuiden un glaciar, que fue el símbolo de los incas y el orgullo de una ciudad que crece bajo sus pies, pero por otra parte, la decadencia de un glaciar que rápidamente se derrite.

Espero que este artículo permita llegar a un acuerdo, creando un futuro que sirva para tomar conciencia de la importancia de cuidar y proteger este hermoso legado de la naturaleza para nuestras generaciones futuras.