La Doctora neozelandesa Shelley MacDonell (38), de Geografía de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. Llegó desde su país natal a La Serena en 2009, para hacer un postdoctorado. En la actualidad, la glacióloga es la líder del Laboratorio de Glaciología del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA). Uno de los pilares de la línea de investigación encabezada por la Dra. MacDonell, es entender la conexión entre clima y glaciares, así como también la contribución de estos macizos de hielo, con el propósito de generar interés para la sociedad y puntualmente para la región de Coquimbo, porque pretende proporcionar información y certezas en relación al recurso vital para la vida en esta parte del mundo. A continuación, y bajo el contexto del Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia, la Dra. Shelley MacDonell nos concede esta inspiradora entrevista acerca de su trabajo y su rol como mujer en el campo científico.

 

Dra. Shelley, actualmente es la persona que lidera el Laboratorio de Glaciología del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) en La Serena. ¿Podría contarnos su experiencia de llegar al cargo que actualmente ocupa y cuáles han sido sus mayores desafíos en ese puesto?

 

Shelley: Mi trabajo como científica lo podríamos definir en hidrología de glaciares, la que he desarrollado en la Antártica y en la Cordillera de los Andes, principalmente. Comencé a trabajar en esta área durante mi pregrado, en el Dpto de Geografía de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. Cuando efectué mi primer viaje a la Antártica, con el profesor Dr. Sean Fitzsimons, para estudiar la dinámica de un glaciar frío en los Valles Secos (McMurdo Dry Valleys).

Llegué el 2009 de Nueva Zelanda a La Serena, a punto de finalizar mi doctorado en la Universidad de Otago, para tomar un puesto de postdoctorado en el Laboratorio de Glaciología del CEAZA, que entonces era liderado por el Dr. Christophe Kinnard. Allí pude aplicar mi conocimiento a problemas parecidos en los Andes semiáridos del Norte Chico chileno.

Después de que el Dr. Kinnard volvió a Canadá, postulé al cargo vacante en el CEAZA y fui seleccionada. Desde entonces he trabajado como investigadora a cargo de ese laboratorio en el CEAZA.

Creo que el desafío más grande ha sido trabajar con las expectativas de la sociedad, que son muchas y enormes, en relación al tema hídrico y de glaciares en específico. Particularmente, porque los tiempos de la ciencia son lentos y en la mayoría de los casos no podemos apresurar los resultados, porque nuestro objetivo es entregar la información más precisa posible de fenómenos naturales que son lentos. Inclusive en muchos casos no existe ni siquiera información de línea base para comenzar.

En este marco, nosotros convertimos estos desafíos en oportunidades. Para ello, trabajamos activamente con el sector público, privado y la comunidad en general, para recolectar datos, en la comunicación de información y elaboración de iniciativas.

 

Podría contarnos brevemente el camino que trazó para convertirse en glacióloga. ¿Es algo que deseó desde que era niña o llegó accidentalmente? 

 

Shelley: Antes de mi hermana mayor, ningún miembro de mi familia había terminado la educación secundaria. Sin embargo, para mis padres la educación en la casa y en la escuela era algo fundamental, por lo que nos motivaron para estudiar nuestras pasiones. En mi infancia mi padre motivó mucho mi curiosidad científica, con observaciones y experimentos en situaciones del diario vivir. Por ejemplo, cada vez que íbamos a pescar, siempre evaluábamos el contenido del estómago del pescado que tendríamos para la cena, a fin de determinar que estaba comiendo y para elegir mejor los lugares donde pescábamos y las moscas que utilizábamos. Estos estímulos hicieron que desde niña quisiera convertirme en una científica de campo, porque realmente me gustaba y aún me encanta la vida al aire libre y el entorno natural. En el mismo contexto, mis gustos fueron cambiando de a poco, pero un momento decisivo ocurrió cuando tenía 12 años. Mi papá me llevó al International Antarctic Center en Christchurch, lo que cambió completamente mi idea de lo que quería hacer con mi futuro.

Cuando llegué a la universidad no tenía la confianza de llegar directamente a los hielos de Antártica, pero sabía que había un camino. Después de un año de estudiar leyes y zoología, con un toque de ciencias de la Tierra (cursé también ramos de geografía en ese período), decidí virar a ciencias de la Tierra, con un agregado de matemáticas.

En ese período me dividían mis intereses en hidrología, clima y geomorfología. Debido a que el hidrólogo del Departamento, era el académico más numérico del lugar, quise hacer mi memoria de pregrado con él, con la proyección de llegar a la Antártica después de este trabajo. Lamentablemente, él se enfermó y no pudo continuar en su puesto, pero él mismo me recomendó conversar con el profesor Sean Fitzsimons para desarrollar mi trabajo. Finalmente, tuve la suerte de que el profesor Fitzsimons me aceptó como tesista y me llevó a trabajar en los glaciares antárticos. Desde entonces, no he dejado de trabajar en los glaciares y conectar mis distintas pasiones en el ámbito de las ciencias de la Tierra.

 

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia ¿Considera que es una buena iniciativa para promover la participación de niñas, jóvenes y mujeres en las ciencias? ¿Cómo usted ayuda a incentivar su participación en este campo?

 

Shelley: Para mi es una muy buena iniciativa, porque en el fondo las sociedades tienen que partir por una premisa básica, reconocer el problema. En este aspecto sabemos que existen muchas deficiencias y como sociedad debemos hacer el reconocimiento explícito para poder generar las soluciones. El día internacional es sólo un recordatorio oficial, pero esta cruzada debe extenderse a un esfuerzo sistemático de apoyo a las mujeres y niñas interesadas en el conocimiento. No todas serán científicas formales, pero debemos hacer el intento por apoyar y motivar la curiosidad y los deseos de superación como seres humanos que somos.

Yo no fui la primera mujer en glaciología del CEAZA, ni tampoco la primera en liderar el grupo. Sin embargo, entre 2009 y 2017 fui la única, aún cuando el grupo estaba conformado por alrededor de 10 personas. El día que contraté dos mujeres científicas noté el cambio en el grupo. Tener personas con distintas experiencias, mentalidades, habilidades, enriquece los resultados del trabajo que efectuamos y proporciona soluciones innovadoras a viejos y nuevos problemas. Realmente, no quiero volver a una situación sin esta diversidad de visiones y reconozco que aún podemos diversificar más.

En 2018 tuvimos la primera chilena con un doctorado trabajando en el laboratorio, es decir, después de 15 años de fundación del CEAZA. No me gustaría esperar otros 15 para tener la primera chilena con doctorado trabajando en el laboratorio.

En condiciones normales (fuera de la pandemia) hacemos esfuerzos por incorporar practicantes mujeres en el grupo, para mostrarles las posibilidades. En el futuro esperamos continuar con esta modalidad y agregar más estudiantes de pregrado y postgrado interesadas en desarrollar sus respectivos potenciales en esta temática.

A nivel comunitario hemos tenido algunos éxitos y otras ideas que aún están pendientes. Entre los primeros se cuenta la elaboración de un libro de cuentos «Andesita y el Agua Milenaria» escrito por Paloma Núñez, cuyo personaje principal es una niña, quien a través de una roca, explora y conoce su entorno desde el punto de vista científico. Con este texto esperamos inspirar a las niñas que viven en los entornos cordilleranos en el ámbito de la investigación de la naturaleza.

Una tarea pendiente es el programa de campamento de glaciología, en la cordillera, con adolescentes mujeres. Hemos hecho el entrenamiento para llevar a cabo la actividad internacional «Girls on Ice» y hemos desarrollado los planes requeridos. Lamentablemente, hasta ahora no hemos tenido la posibilidad de efectuar la actividad, por diferentes dificultades logísticas. Pese a esto, estamos comprometidos con la iniciativa que esperamos realizar en el futuro, una vez que la pandemia esté bajo control.

 

Registros del trabajo en terreno que lleva a cabo la glacióloga Shelley MacDonell.

 

Las mujeres en ciencia apenas representan un 30% de los investigadores a nivel mundial según cifras del Instituto de Estadística (UIS) de UNESCO. Adicionalmente, diversos estudios avalan que los estereotipos de género, entre otros motivos, son una de las razones principales por la que la presencia de las mujeres en ciencia es tan reducida (Blickenstaff (2006)Goulden et al. (2011)Moss-Racusin et al. (2012)). En Chile, la situación no es muy diferente, a pesar de que Latinoamérica ha sido reconocida como un área donde la representación de las mujeres en ciencia ha incrementado respecto a otras regiones del mundo, sin embargo, aún las cifras muestran a Chile (33,1%) como una de las naciones con la menor representatividad de mujeres en ciencia, junto con otros países de Sudamérica, como Ecuador y Perú (UNESCO, 20152019). ¿Qué opinión tiene al respecto? ¿Le tocó enfrentar algún tipo de resistencia por ser mujer en el proceso de convertirse en científica?

 

Shelley: Creo que el camino para convertirse en científica es largo. Además, la sociedad muchas veces no es lo suficientemente flexible, frente a todos los roles que se le imponen a la mujer y frente a los que tiene en forma natural. Debido a esto existen prejuicios relacionados con el nivel de compromiso que podemos adquirir. Por ejemplo, yo he estado en entrevistas de programas de postgrado, donde las mujeres han sido consultadas si esperan embarazarse en los próximos años o cómo van a equilibrar las labores que se requieren en la casa, frente al trabajo que imponen los programas de estudio. Para mí, esto no sólo es impertinente, sino también puede llegar a ser un desincentivo para que una mujer continúe en esta senda. No tendremos avance en la forma de ver el aporte que podemos hacer como mujeres a la sociedad hasta que no se cambien este tipo de actitudes.

 

Sabemos que en el Laboratorio de Glaciología de CEAZA que tú lideras está estrechamente vinculado a la generación de conocimiento referente a los recursos hídricos en cuencas áridas, particularmente a través del estudio de nieve, de la interacción del clima con los glaciares, y también, los glaciares rocosos. Eso, sin duda, te ha transportado a terrenos en diferentes zonas en plena montaña a elevaciones por sobre los 4,000 metros en la IV región. ¿Podría contarnos su experiencia en esos terrenos y qué ha sido lo más difícil de ser una mujer en ese contexto?

 

Shelley: He estado yendo a terrenos desde 2002, en la Antártica y en la Cordillera de los Andes. He hecho 10 viajes de investigación a la Antártica, con duraciones máximas de hasta 3 meses. También he hecho terreno en diferentes partes de Chile y Perú.

Mi primer viaje a la Antártica fue a mis 21 años. El lugar me motivó poderosamente, no sólo por su belleza o lo aislado que se encuentra, sino también porque fue la primera vez que realice ciencia como parte de un equipo que eventualmente generó un impacto en el ámbito de la geomorfología glaciar. Durante ese año (2002) y los dos subsiguientes construimos, manualmente, un túnel de 40 metros que nos permitió visualizar la interacción entre un glaciar y su base, lo que nos demostró que los glaciares fríos erosionan su base y pueden transportar los restos de esa erosión.

Creo que en lo práctico, lo más complejo es ir al baño cuando está muy helado y ventoso. Por otro lado, cuando comencé a ir a terreno, sólo iban hombres y yo era la única mujer. Entonces, las materias prácticas de orden femenino no estaban en absoluto pensadas y menos solucionadas. Por ejemplo, qué hacer cuando estás en terreno por meses y tienes tu período menstrual y todos los derivados imaginables.

 

¿Qué consejos les daría a niñas y jóvenes para motivarlas a ser científicas o acercarse al conocimiento científico?

 

Shelley: Un buen consejo puede ser, que si tienen curiosidades de tipo científica o de cualquier otro tipo ligada con el conocimiento, las motiven con formulación de preguntas y búsqueda de soluciones; y no dejarse amedrentar por personas sin interés en responder o en ayudarles, porque en el fondo estas búsquedas vocacionales son muy personales. Siempre habrá gente que te quiere ayudar o dar un pequeño empujón, pero a la mayoría no le importará mucho, por eso es necesario tener automotivación y continuar con los sueños hasta que alcancen las estrellas. ¡Y recuerden que no sabemos que hay más allá de las estrellas!

 

Registros del trabajo en terreno que lleva a cabo la Dra. Shelley MacDonell.

 

Imagen Destacada:

  • Archivo personal de la Dra. Shelley MacDonell, en uno de sus viajes a terreno en Antártica.