Hace millones de años, entre los períodos Triásico Inferior hasta el Cretácico Superior, los ictiosaurios, una rama de reptiles marinos, habitaron gran parte de América, Europa y Asia. En ese entonces, la zona que hoy conocemos como Patagonia estaba completamente inundada. Más de 130 millones de años después, en el Glaciar Tyndall, región de Magallanes, se realizó uno de los mayores hallazgos de la paleontología en cuanto a los ictiosaurios: el descubrimiento de Fiona, un espécimen de ictiosaurio con feto del periodo Hauteriviano. Así, cubriendo una ventana histórica de información en la paleobiología de este tipo durante el Cretácico Inferior en el hemisferio sur.

Reconstrucción de Fiona. Crédtios: Mauricio Álvarez.
Ichthyosauria
Los Ictiosaurios fueron animales marinos con cuerpos hidrodinámicos, es decir, su forma corporal estaba diseñada para minimizar la resistencia del agua al moverse a través de ella. Esto debido a que poseían aletas dorsales y caudales, muy parecidos a los delfines actuales, que les permitían alcanzar velocidades impresionantes. Aunque vivían en el mar, eran reptiles con pulmones, por lo que debían salir a la superficie para respirar. Asimismo, daban a luz crías vivas directamente en el agua.
Muchos señalan al Ictiosaurio como uno de los principales ejemplos de los efectos de la evolución convergente, en el que las similitudes de estructura no son homólogas sino análogas. “Convergieron tan fuertemente con los peces que de hecho evolucionaron una aleta dorsal y caudal justamente en el lugar correcto y justamente con el diseño hidrodinámico correcto. Estas estructuras son aún más notables porque evolucionaron de la nada, el reptil terrestre ancestral no tenía ninguna joroba en su espalda o una paleta en su cola que sirviera como un precursor”, declaró Stephen Jay Gould, paleontólogo estadounidense.

Glaciar Tyndall, Campo de Hielo Patagónico Sur, región de Magallanes y la Antártica Chilena. Créditos: Franco Buglio.

Imagen satelital 14 de enero de 1986. Glaciar Tyndall, región de Magallanes y la Antártica Chilena. Créditos: Nasa.

Imagen satelital 17 de enero de 2022. Glaciar Tyndall, región de Magallanes y la Antártica Chilena. Créditos: Nasa
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Investigaciones en Glaciar Tyndall
A pesar de no tener permiso de excavación, el 2004 empezaron las investigaciones en el Glaciar Tyndall, región de Magallanes, descubriendo una de las concentraciones de fósiles de ictiosaurios más significativas del hemisferio sur. No es hasta el año 2009 que se realizó el hallazgo clave: una hembra preñada con un feto, convirtiéndose en el primer ictiosaurio completo excavado en Chile y el primer ejemplar preñado de esta especie encontrado en el mundo con una data de 131 millones de años, correspondiente al Cretácico inferior. Posteriormente en el 2022 se llevó a cabo una campaña de excavación donde pudieron extraer los restos fósiles de Fiona.
“Fiona proporciona una visión sin precedentes de la vida y la muerte de los ictiosaurios durante un tiempo en el que su registro fósil es muy escaso, por lo que es significativo no solo para la paleontología chilena, sino también a nivel global”, declaró la Dra. Erin Maxwell, curadora de reptiles marinos del Museo Estatal de Historia Natural Stuttgart.
Además del feto, también se encontró en el vientre de Fiona restos de lo que podría haber sido su última comida, incluido pequeñas vértebras fosilizadas de peces, lo que dio indicios de lo que podría haber sido su dieta. Asimismo, el hallazgo de estos fósiles en excelente estado de conservación, así como de restos alimenticios, refuerzan la teoría de que la zona del Glaciar Tyndall pudo haber sido utilizada como un sitio de parto por los ictiosaurios.
En cuanto a su registro fósil, este es muy abundante en el hemisferio norte, especialmente en rocas del Triásico y Jurásico, mientras que en el hemisferio sur se concentran mayoritariamente en el Cretácico temprano, como es el caso del glaciar Tyndall.

Restos fósiles de Fiona. Créditos: Alejandra Zuñiga.

Restos fósiles de Fiona. Créditos: Cristina Gascó (SMNS)

Restos fósiles de Fiona. Créditos: Catalina Astete.
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Lamentablemente no todo es positivo. Un aspecto clave para poder haber encontrado a Fiona fue, sin duda, el retroceso del glaciar Tyndall. La pérdida de masa de hielo, producto del cambio climático, expuso fósiles que llevaban sepultados por millones de años. De esta misma forma, la pérdida de masa glaciar ha gatillado varios riesgos para la integridad de los restos fósiles. Principalmente, la erosión causada por factores bióticos y abióticos, como el viento, la lluvia y los cambios de temperatura, puede dañar o destruir los fósiles expuestos.
“En su avance arrastra rocas y capas de huesos de los animales, que dejan expuesto el tejido óseo y nos permite observar directamente la micro anatomía de su tejido y composición. A partir de esto podemos hacer otros estudios. Al quedar expuestos luego de la pérdida de hielo, las fracturas que ha dejado el peso del glaciar en la roca se infiltran con agua de la lluvia o nieve y los cambios de temperatura entre el día y lo noche, entre otros factores, contribuyen a la erosión y fragmentación del material. Los pequeños fragmentos que se van “desarmando” de la roca, son barridos por el viento y este valioso material se pierde”, indicó Judith Pardo, bióloga y paleontóloga chilena, encargada del Área de Micropaleontología del Instituto de la Patagonia.

Restos fósiles de Fiona. Créditos: Gastón Peralta (UMAG)

Restos fósiles de Fiona. Créditos: Jonatan Kaluza (UMAG)
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Icono de la Región de Magallanes
El hallazgo de Fiona no solo tuvo relevancia científica, sino también educativa y social. A día de hoy, se convirtió en una figura representativa de la región de Magallanes, dándole visibilidad a la zona y permitiendo fortalecer el vínculo entre la comunidad y su patrimonio natural.
A vistas de futura conservación de restos fósiles en la región, actualmente se está desarrollando una tesis de magíster en geoconservación que busca establecer estrategias para poder proteger estos fósiles in situ comparando el estado de conservación de especímenes más cercanos y más alejados del hielo, así evitando que las calamidades del clima intervengan en la calidad de los fósiles. Esta investigación es clave para diseñar medidas efectivas que permitan conservar el valioso patrimonio paleontológico del lugar. De esta misma forma, la Universidad de Magallanes está jugando un rol fundamental en este proceso, impulsando la conservación paleontológica y la formación de capital humano especializado, elementos esenciales para el desarrollo futuro de la paleontología en la región.
“Es por esto que estamos trabajando en implementar técnicas de conservación in situ para testear metodologías que puedan ser efectivas y que permitan evitar la destrucción acelerada que están sufriendo en la actualidad, considerando que la realización de excavaciones periódicas es compleja en términos logísticos”, señaló Judith Pardo, investigadora del Centro de Investigación GAIA-Antártica y Profesora Asociada de la Universidad de Magallanes.

Manipulación de restos fósiles. Créditos: Irene Viscor

Manipulación de restos fósiles. Créditos: Judith Pardo
Foto destacada:
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- Restos fósiles de Fiona en el Glaciar Tyndall. Créditos: Judith Pardo.
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