En el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra el 11 de febrero, queremos como Fundación Glaciares Chilenos reconocer el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia. Con el objetivo de promover el acceso y la participación igualitaria en la ciencia para mujeres y niñas, lo invitamos a leer la siguiente entrevista realizada a una joven geógrafa que ha colaborado de cerca en nuestra fundación.

Paola Araya (35), Geógrafa de la Universidad Católica de Chile, en los inicios de su pregrado se unió al equipo del Dr. Esteban Sagredo como asistente de investigación sobre la historia glacial en un pequeño valle en Patagonia. Gracias a esta experiencia Paola tuvo la posibilidad de realizar dos pasantías en un laboratorio (Lamont-Doherty Earth Observatory de la Universidad de Columbia) en Estados Unidos. 

Posterior a su titulación como geógrafa, Paola fue desplazándome hacia la persecución de su sueño original de convertirse en glacióloga que investigaría cómo se manifiestan los hielos en otros planetas y satélites del sistema solar, exponentes de ello son Marte, la luna Europa de Júpiter, la luna Encélado de Saturno, o, incluso, Plutón. Estos trajeron tremendamente su atención y fue ahí que, durante un Magíster en Meteorología y Climatología de la Universidad de Chile, en el año 2019, realizó una pasantía en el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA). Ese mismo año, Paola viajó a Juneau, Alaska, Estados Unidos, para participar en el Juneau Icefield Research Program (JIRP) como estudiante y tuvo el privilegio de vivir en un campo de hielo por dos meses y experimentar de cerca lo que están sufriendo los glaciares como consecuencia del derretimiento acelerado producido por el calentamiento global.

Actualmente, Paola es asistente de investigación de un proyecto Fondecyt Regular sobre el estudio comparativo de distintos imaginarios glaciares, pasados, presentes y futuros y al mismo tiempo desarrolla su proyecto de tesis de postgrado en el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile.

  1. Según tu perspectiva como profesional ¿Cuáles son los mayores beneficios de emprender una carrera profesional o estudios relacionados con la ciencia?

En realidad, puedo hablar desde dos perspectivas, una como persona profesional y otra como una persona en su fase inicial en las ciencias. En la primera, según mi historia personal, fue importante hacer una pausa tras titularme, no lo hice al inicio con eso en mente, pero luego me ayudó para madurar objetivos personales y profesionales. Trabajé cerca de dos años en una empresa de energía y cambio climático antes de regresar a la academia para mi magíster, y durante ese tiempo, fue relevante y beneficioso para mí conocer otro mundo distinto a la ciencia, donde las respuestas y los tiempos son más lentos, y escuchar otras voces que están menos familiarizadas con el lenguaje de la ciencia. Creo que, en ese tiempo, además de aprender distintas cosas del quehacer profesional geográfico, sentí que tuve el desafío de comunicar mejor los conocimientos que tenía en materia científica que podrían ser útiles para mi trabajo y pude hacer una bajada más simple, aplicada y concreta a conceptos complejos del cambio climático para un fin profesional. Ciertamente, mi paso por aquella experiencia me ayudó a conectarme fuertemente con la comunicación científica y reforzó mi aspiración de continuar mi formación en ciencias. 

Desde la segunda perspectiva, es decir, la de una científica en proceso de desarrollo temprano, puedo afirmar que, la ciencia es una de las cosas que le dan movimiento a mi alma, me apasiona comunicar y compartir mi conocimiento, y trato de inculcarme a mí misma, jamás perder la capacidad de asombro ante este mundo natural que me brindan los glaciares y sus misterios. Uno de los mayores beneficios que me ha servido el estudio de la geomorfología glacial, la meteorología y la glaciología ha sido el hecho de ponerme tan cerca de los glaciares, permitirme escuchar el sonido del hielo o el agua que descargan, apreciar los múltiples colores que se combinan sobre su superficie, hacerme recordar lo exhaustivo y desafiante físicamente para mi cuerpo que es a veces llegar a ellos, y me ha consolado al compartir camaradería con gente que siente la misma emoción que yo al caminar sobre ellos. contribuye a una mejor ciencia.

  1. ¿Te tocó enfrentar algún tipo de resistencia por ser mujer en tu carrera como científica?

Antes de emprender mi periplo por convertirme en glacióloga, vi atisbos de que éramos pocas las mujeres, pero eso jamás me hizo creer que no podía convertirme en una. Con los años, esta idea en mí fue cambiando por diversas circunstancias personales y profesionales, particularmente por una mala experiencia que enfrenté en un terreno luego de graduarme como geógrafa. Por cerca de un año, estuve reflexionando qué hice mal o qué debí haber hecho mejor. Luego de investigar en internet y coincidiendo con la apertura del movimiento “MeToo” en el año 2017, no caía mi incredulidad al ver que no había sido yo una anomalía en todo este tiempo, sino que había múltiples mujeres que habían vivido similares e, incluso, peores experiencias que yo no sólo en terreno, sino que, también, en el laboratorio, o en la misma universidad. Desde entonces, comencé a prestar atención a aquellos grupos demográficos que coincidían con minorías en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en sus siglas en inglés) y de los cuales, irónicamente no me había sentido jamás parte. 

Sinceramente, nunca pensé que existía una resistencia por solamente ser mujer en ciencia. He vivido experiencias tremendamente gratas en grupos donde he sido una minoría y guardo dentro de mis mejores recuerdos mis primeros pasos teniendo la oportunidad de hacer ciencia como estudiante de pregrado y esas primeras experiencias en terreno en Patagonia que estuvieron llenas de motivación, aprendizajes. Sin embargo, los efectos de UNA sola mala experiencia pueden dejar profundas huellas. En mi caso personal, tras aquella mala experiencia que viví en un terreno, experimenté un período de reversión en cuanto a mis sueños, planes y aspiraciones en ciencia, sin embargo, en mi búsqueda por entender por qué había sucedido esto y qué tan culpable había sido yo, pude ir superándolo con el apoyo de amigxs y, por supuesto, que de otras mujeres en ciencia que me acogieron respetuosamente. Un evento en mi vida que hizo derechamente empoderarme y afirmar mis convicciones y aspiraciones fue mi paso como estudiante en Alaska: lxs estudiantes éramos algo así como 23 mujeres y 7 hombres. Adicionalmente, el staff estaba fuertemente impregnado por mujeres con gran personalidad, por ejemplo, Annie Boucher es quien se encarga de administrar el programa y es la directora de operaciones, una mujer que identifico con un fuerte grado de liderazgo.

  1. En tu experiencia como mujer en la ciencia, ¿Cuál es el principal aporte que entregan las mujeres en el campo científico?

Para responder me engancharé a lo que afirmó la Dra. Nancy Hopkins, genetista, profesora del MIT y cuya investigación sobre las desigualdades que vivían las investigadoras en la Facultad de Ciencias del MIT llevó a generar una inédita investigación por parte de la institución que culminó en un reporte público en 1999. Este informe permitió muchos cambios para las mujeres en STEM tanto en aquella universidad como a nivel nacional. En el documental “Picture a Scientist”, ella señala:  ̶ “Si crees que la pasión por la ciencia, la habilidad para la ciencia se distribuye uniformemente entre los sexos, si no tienes mujeres, has perdido a la mitad de las mejores personas. ¿Podemos realmente darnos el lujo de ¿Perder a esas grandes científicas?”. Creo que nuestro aporte no viene sólo del trabajo y de la productividad científica que de la misma forma nosotras esperaríamos de los investigadores masculinos, sino que hay un tema de que la misma ciencia se beneficia de la diversidad misma de perspectivas al asegurar que las condiciones para que las mujeres se mantengan en estos campos, cosa que no ha sucedido históricamente por diversos motivos, como por ejemplo, en pleno siglo XVII cuando nacían las sociedades científicas europeas se evidenciaron las primeras resistencias en estos campos en cuanto a la mujer. Las membresías no estaban abiertas a ellas, salvo algunas excepciones. Tuvieron que pasar 300 años para que recién en la década de 1940, fueran recién admitidas dos mujeres, Marjory Stephenson y Kathleen Lonsdale a la Sociedad Real de Londres, donde esta última fue la primera mujer en publicar un artículo como primer autor en la Sociedad Internacional de Glaciología (IGS) de acuerdo con la investigación de la glacióloga Dra. Christina Hulbe, que además señala, que durante el siglo XIX en Inglaterra, las mujeres que deseaban obtener un grado académico y les era negado por su sexo, se las arreglaban viajando a Irlanda donde les entregaban un título “ad eundem”. Todas estas barreras, provocaron ciertamente que la ciencia se distanciara de una diversidad de personas con diferentes realidades socioeconómicas y culturales. 

  1. ¿Qué mensaje le entregaría a todas las niñas y jóvenes que están interesadas en iniciar sus estudios en algún área relacionada a la ciencia?

Les diría que el camino en ciencia tiene muchos altos y bajos como cualquier otro camino que ofrece la vida. Los altos diría yo están familiarizados con esa enorme pasión y satisfacción al sumergirte en un problema o pregunta que ves en la naturaleza. Hay veces que me quedo horas leyendo artículos o dándole vueltas a un tema particular, y saltan más preguntas si volteo mi rostro hacia las montañas. Otro alto en este camino es la libertad que tienes para hacer tu proceso de investigación en términos de la gestión de los tiempos. Sin embargo, es bueno mantener una estructura de horarios y objetivos donde te asegures de tus avances para algunas de las fechas que debes cumplir. Otro alto que veo es que en el campo de las ciencias de la Tierra tiene esa posibilidad de trabajar directamente con la naturaleza y experimentar de primera mano todos estos conocimientos que una estudia de forma tan abstracta detrás de un computador o libro. Otro alto lo tomaré prestado de Carl Sagan, quien dijo una vez: “Después de todo, cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo. Por eso, la idea de que los científicos no hablen en público de la ciencia me parece aberrante.» Creo que toda la vida me he sentido como Carl, enamorada de la ciencia, de la naturaleza, del espacio, de las preguntas, y no puedo evitar que, al visitar un hermoso lugar como un glaciar, termine hablando por montones de eso que me apasiona. Al final, hacer ciencia te responsabiliza con la sociedad de comunicar tus hallazgos y socializarlos.

De los bajos, podríamos hablar de varios, Chile es un país que alberga alrededor del 80% de los glaciares de Sudamérica y es un lugar privilegiado para explorarlos y estudiarlos, pero siendo crítica y honesta, pienso que los gobiernos en nuestro país tienen una deuda pendiente en esta materia y siempre pienso que se puede hacer más considerando el escenario de emergencia climática actual. No obstante, siento que es importante que los que estamos adentro del campo científico, no contribuyamos a silenciar las malas prácticas, sino todo lo contrario, ser colaborativos para encontrar maneras de que aquellas personas que buscan un lugar en este mundo de ciencia, le demos la bienvenida con nuestra mentoría o guía, que los ambientes de academia sean positivos y de apoyo, no de competencia, que hagamos un lugar más diverso e inclusivo para que estas personas se sientan seguras y no discriminadas; todo lo anterior, contribuye a una mejor ciencia.