Los glaciares y los meteoritos, a simple vista, pareciera que pertenecen a dos mundos completamente diferentes. Sin embargo, ambos interactúan y nos dan la posibilidad de estudiar los orígenes del universo, sin despegar los pies de la Tierra.

Al pensar en meteoritos y su interacción con nuestro planeta, es inevitable visualizar una enorme roca envuelta en llamas impactando la superficie de la Tierra, mientras los dinosaurios deambulaban tranquilamente realizando sus rutinas diarias. Sin embargo, la escala de esta catastrófica imagen dista considerablemente de la continua interacción que tiene nuestro planeta con material extraterrestre cayendo en su superficie. Basta con alejarse de las ciudades para comprobar esto. Cuando miramos detenidamente el cielo en una noche estrellada, podemos ver de tanto en tanto, destellos de luz. Estos destellos son provocados por pequeñas partículas que al entrar a gran velocidad a nuestra atmósfera se queman por la fricción con el aire (comúnmente conocidas como estrellas fugaces o meteoros). Las dimensiones de estas partículas determinarán si ellas serán completamente degradadas en la atmosfera o si lograrán finalmente impactar la superficie terrestre. A las partículas que logran alcanzar la superficie terrestre se les conoce como meteoritos y sus dimensiones comúnmente pueden variar entre unos cuantos milímetros, hasta incluso alcanzar varios metros de longitud. Luego de observar una estrella fugaz, es común preguntarse ¿Dónde habrá caído?, y si cayó ¿Será posible recuperarlos?

 

El lugar de la caída, un punto crucial en la recolección

 

Estudios recientes han estimado que más de 6.000 meteoros alcanzarían la superficie de la tierra cada año. Si bien los impactos por año alcanzan una magnitud considerable, muchas veces su recolección es un proceso complejo. Esto se debe a que más del 70% de la superficie del planeta está cubierta por los océanos, limitando la posibilidad de acceder a una gran porción de los meteoritos que caen anualmente. Entre los meteoritos que caen en los continentes, muchos de ellos caen en zonas donde la superficie está cubierta por vegetación, dificultando así la identificación del lugar de caída y su posterior recolección. Frente a esto, las zonas desérticas se destacan por presentar las condiciones propicias para el estudio y recuperación de meteoritos. La reducida vegetación en zonas desérticas simplifica las labores de identificación de los sitios de caída. A su vez, la carencia de lluvia en estas zonas contribuye a la preservación intacta del meteorito, al minimizar la alteración química sobre su superficie. Ambas razones proyectan a los desiertos como lugares clave para el estudio de meteoritos.

Entre las zonas desérticas del planeta, la Antártica se destaca como el lugar ideal para la recolección de meteoritos. A pesar de representar menos del 3% de la superficie del planeta y de recibir ~40% menos impactos que en zonas ecuatoriales, en la Antártica se han encontrado las mayores y más diversas concentraciones de meteoritos en el planeta (Evatt et al., 2020). La razón de esta anómala abundancia se debe a la acción de los glaciares.

 

Los vientos antárticos, grandes aliados en la recolección de meteoritos

 

Meteorito hallado en el blanco y remoto manto antártico / © Dieter Tetzner.

 

Al caer un meteorito en la Antártica, será rápidamente cubierto por nieve e incorporado al manto de hielo. Al fluir, los glaciares transportan hielo lentamente desde zonas altas hacia zonas más bajas, trasladando consigo todos los meteoritos que fueron incorporados al hielo durante largos períodos de tiempo. En su trayecto hacia zonas bajas, el hielo puede encontrarse con obstáculos capaces de bloquear el flujo (ej. Cordones montañosos o promontorios de roca). Es en estas zonas donde el hielo queda atrapado y expuesto al continuo embate de los fuertes vientos Antárticos. Estos vientos son capaces de producir una continua remoción del hielo en la superficie del glaciar (en algunos casos hasta 10 cm por año), exponiendo gradualmente capas de hielo cada vez más profundas. Al resurgir estas capas a la superficie, traen consigo los meteoritos que fueron incorporados hace decenas, cientos o miles de años. Si bien el viento es capaz de remover continuamente las capas superficiales del hielo, no es capaz de remover los meteoritos, permitiendo así que se generen zonas donde estos se concentran en grandes cantidades (Evatt et al., 2016). Una vez en la superficie, los meteoritos son fáciles de distinguir, ya que son objetos oscuros que contrastan al estar posados sobre un manto de hielo blanco. Es así como en los últimos 40 años ya se ha logrado recolectar más de 20.000 meteoritos en la Antártica, muchos más que todos los meteoritos recolectados en los últimos 500 años a lo largo de todo el resto del planeta.

 

Albergando la historia del universo

 

Meteorito hallado en el blanco y remoto manto antártico / © Dieter Tetzner.

 

La importancia de la recolección y análisis de meteoritos radica en que ellos nos permiten estudiar los orígenes del sistema solar. La enorme cantidad de meteoritos recolectados en glaciares en la Antártica ha evidenciado que una gran mayoría de los meteoritos que caen en la Tierra, provienen de asteroides. Sin embargo, existe una pequeña fracción que fue originada en la Luna y en Marte. Esta pequeña fracción de meteoritos nos permite conocer más de la formación y evolución de la Luna y de Marte sin la necesidad de enviar costosas misiones espaciales en búsqueda de muestras.

Al igual que en la Antártica, los glaciares en otras regiones del planeta tienen el potencial para ser eficientes concentradores naturales de meteoritos. Sin embargo, diversos factores contribuyen a que la concentración sea menos efectiva. En primer lugar, la ausencia de los intensos vientos Antárticos en otras regiones del planeta, limita el proceso de resurgimiento de los meteoritos. Similarmente, los glaciares de montaña o campos de hielo distribuidos a lo largo del planeta, comprenden una superficie menor a la cubierta por glaciares Antárticos. Esto limita considerablemente la superficie de impacto donde el meteorito podría quedar alojado en el hielo. Finalmente, en general, la superficie de los glaciares de montaña o campos de hielo presentan una carga de sedimentos mayor, dificultando así la identificación de los meteoritos.

Los glaciares en la Antártica, han demostrado ser eficientes concentradores naturales de meteoritos. La recolección de estos meteoritos ha permitido a diversos grupos de investigación obtener valiosa información sobre los orígenes y evolución del sistema solar, sin la necesidad de dejar nuestro planeta. Por lo tanto, la próxima vez que logres divisar una estrella fugaz, recuerda que los glaciares están constantemente concentrando estos fragmentos interestelares para que nosotros podamos recolectarlos y conocer más sobre la historia del universo.

Este artículo se realiza bajo el acuerdo de colaboración entre el Centro de Investigación GAIA Antártica de la Universidad de Magallanes y la Fundación Glaciares Chilenos.

 

Fuentes:

  • G. W. Evatt, M. J. Coughlan, K. H. Joy, A. R. D. Smedley, P. J. Connolly, I. D. Abrahams (2016) A potential hidden layer of meteorites below the ice surface of Antarctica, Nature Communications 7, art. no: 10679. doi:10.1038/ncomms10679
  • Evatt G.W., A.R.D. Smedley, K.H. Joy, L. Hunter, W.H. Tey, I.D. Abrahams, and L. Gerrish (2020) The spatial flux of Earth’s meteorite falls found via Antarctic data. Geology. doi.org/10.1130/G46733.1

 

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